Tour Privado «El Greco»

El Greco: Vida & Legado

Tour Privado «El Greco». Dentro de la muy diversa oferta de Tours Privados, actividades exclusivas, visitas diferentes y rutas temáticas que organiza Madrid Experience, se puede mencionar un tour privado dedicado al Greco para entender el estilo del pintor ya sea en El Museo del Prado o en Toledo su ciudad de residencia hasta su muerte.

En 2014, Toledo ha celebrado el cuarto centenario de la muerte del pintor cretense, con varias exposiciones excepcionales en la ciudad española en la que se convirtió en el gran creador que hoy conocemos.

La exposición, que nuestros clientes pudieron visitar en la modalidad de tour privado en Toledo,  resultó ser una auténtica experiencia de lujo por la calidad de las obras expuestas y por el marco que brinda el antiguo Hospital de la Santa Cruz, creado en 1510 por el cardenal Cisneros, siguiendo el programa de grandes hospitales lanzado por los Reyes Católicos, programa del que todavía gozamos con los actuales paradores nacionales de León y Santiago de Compostela.

El Museo de Santa Cruz es un edificio único en su tipología, en forma de cruz griega,  organizado en un sólo y magnífico espacio en dos niveles,  con sus artesonados mudéjares de madera original, en perfecto estado a pesar de tener ya 500 años.

Solemos iniciar los comentarios sobre un artista con su fecha y lugar de nacimiento, pero en esta ocasión corresponde empezar diciendo que Domenikos Teotokopulos murió en 1614 en Toledo, ciudad que vio o incluso favoreció la eclosión de su genio extraordinario, después de haberse formado como pintor en Candia, y haber vivido siete años entre Venecia y Roma. De su Creta natal llevó consigo la idea ortodoxa que la pintura religiosa, es decir los iconos, no son imágenes del mundo real y tangible sino ventanas que permiten entrar en otra dimensión, la del espíritu, dimensión en la que rigen otras leyes diferentes: en este espacio de lo inmaterial no manda la perspectiva geométrica ni tampoco la gravedad, por tanto las figuras parecen estar deformadas y flotando en un espacio surreal, y las telas de sus mantos no caen por su peso, como en la realidad, sino que se ven como henchidas por vientos celestiales.

El antiguo y absurdo chascarrillo que afirmaba que “el Greco pintaba torcido porque tenían un defecto en la vista” se desmorona cuando contemplamos el Entierro del conde de Orgaz, pues en él, la parte inferior representa el mundo real a la perfección, como si de un espejo se tratara, mientras la parte superior, a la que se eleva el alma del difunto, cobra esa particularidad grequiana de no tener consistencia material ni cuerpos de carne y hueso.

La exposición nos permitió apreciar su gran talento como retratista en los rostros de su hijo Jorge Manuel, por ejemplo, que fue su discípulo como pintor, escultor y también arquitecto (realizó el edificio del Ayuntamiento de Toledo).

Es precisamente su talento de retratista el que le otorgó una excelente reputación entre la nobleza toledana, a pesar de que el rey Felipe II y la corte madrileña nunca se interesaron por esta faceta, así no tenemos ningún retrato de personajes importantes de la mano del cretense, tan sólo caballeros españoles vestidos de negro con su blancos cuellos alechugados, cuya identidad no ha trascendido.

El único trabajo que el Greco realizó para el monarca español fue El martirio de san Mauricio y la legión tebana, un inmenso lienzo que tardó más de dos años en realizar y que se encuentra en el monasterio del Escorial. Al recibirlo, el monarca lo contempló largamente, preguntó el precio y , sin discutirlo, pagó al artista. Nunca más le encargaría obra alguna. El Greco había cometido un grave error de marketing, pintó un hermoso cuadro lleno de hermosos y expresivos cuerpos con piernas desnudas, ideal para una salón de baile italiano, pero no para una capilla de monjes jerónimos dedicados a la meditación, la oración y el ayuno…

El segundo gran encargo de la corte madrileña fue el retablo para el colegio de María de Aragón, destruido para construir el actual Senado. El retablo debía alcanzar una altura de unos 10 metros, en un inmenso conjunto de 6 grandes cuadros, de los que cinco se encuentran en el Museo del Prado, provenientes ellos también del Museo de la Trinidad, museo que se creó para albergar las obras adquiridas con la desamortización de los bienes de la Iglesia ordenada por Mendizabal en 1836/37.

En este impresionante conjunto, El Greco expresa con fuerza y maestría, su visión de la dimensión espiritual a la que su obra nos da acceso, hecha de pura energía, de materialidad trascendida. Recientes estudios radiográficos han permitido comprobar que estos inmensos lienzos fueron pintados “alla prima”, es decir, directamente con el color sobre el lienzo, sin dibujo previo.

Aunque llevamos tiempo llamándolo el Greco, deberíamos llamarlo el Griego, tal y como aparece en los textos toledanos. Esta denominación italianizada se debe a que durante mucho tiempo  fue considerado un pintor italiano, puesto que él así se presentó a su llegada a España, llamándose Domenico Teotocopuli. Incluso se presentó como discípulo de Tiziano, detalle biográfico que no se ha podido confirmar todavía.

La adoración de los pastores es una obra de madurez, fue realizada por el pintor para adornar su propia capilla funeraria en Santo Domingo el Antiguo. La desamortización llevó la obra al Museo de la Trinidad y, más adelante, al Prado donde hoy se encuentra. Hoy, la tumba del pintor resulta desangelada al no gozar de su tan merecida y original decoración.

Hemos necesitado cuatro siglos para que los occidentales, inmersos desde el Renacimiento en un arte religioso de lo material y táctil, empecemos a comprender cuál era el propósito de el Greco: hacer visible lo invisible. Un tour privado en Toledo.

Pilar Baselga

Profesora de Madrid Experience

 

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